miércoles, 21 de septiembre de 2011

Silencios Obligados

Ya puedo caminar, no puedo salir de aquí.
El cuarto en el que me encuentro es algo así como una antesala, un cuarto de espera. Es rectangular, de casi tres metros de ancho por diez de largo, o por lo menos eso es lo que he podido medir a partir de mi estatura. Es raro, recuerdo mi estatura... también recuerdo mi peso. 78 kilos y mido 1.80 m. Es curioso como actúa el cerebro, lo que menos necesito recordar ahora es lo primero que se me viene a la mente.


Ya puedo caminar, lo dije antes. El adormecimiento y la falta de sensibilidad se fueron de mis piernas poco a poco, aunque experimenté fuertes calambres en el proceso. Sobretodo cuando trataba de hacer algún esfuerzo.


No hay solo una puerta en la habitación como había pensado en un inicio, Hay una segunda puerta también atascada pero más fácil de abrir, es de madera. Este lugar debe ser muy antiguo, no tengo ningún recuerdo que identifique pero estoy seguro que las puertas de madera son algo que nunca he visto.


La puerta estaba oculta detrás de un archivador bastante pesado, igual de antiguo que la puerta. Esta noche o mañana trataré de abrir esa puerta. Calculo que puedo romperla o empezar a rasgarla con las manijas o los bordes de los cajones del archivador.

Pero ahora estoy muy cansado para tratar. Me he lastimado el hombro tratando de abrir la puerta de salida que está sellada por fuera.


He empezado a descoser las dos mochilas con una cuchilla pequeñísima que encontré en uno de los bolsillos. Quiero protegerme del frió. Por ahora he vendado todo mi cuerpo para poder tener algo más de calor y al atardecer uso uno de los cajones del archivador para tratar de tapar la pequeña escotilla que me da luz. Quedo varias horas en la oscuridad y el silencio hasta caer en un sueño obligado a causa de la inacción y el aburrimiento.
No se quien soy, ni que hago aquí.

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