jueves, 29 de septiembre de 2011

Mil Novecientos Ochenta y Cinco

Hace tres días que no escribo nada en esta bitácora. He estado demasiado ocupado debido a los eventos recientes en lo que se ha convertido mi pequeño mundo. Y lo digo así porque no tengo una necesidad imperiosa de salir de aquí. Es cierto que todos los días trato de ver la forma de abrir esa puerta, pero no me es necesario hacerlo.


La puerta que si he llegado a abrir es la que descubrí hace varios días detrás de un archivador. Pude romper la puerta con relativa facilidad, sin embargo no pude entrar de la misma manera. Detrás de la puerta había un cumulo de cosas que me impedían entrar, fue necesario embestirla con mucha fuerza para hacer que los libros que estaban atrás cedieran y de derrumbaran. Eran libros. Mi sorpresa fue grande cuando pude entrar, ya que era una habitación repleta de estantes de madera y libros. No podía creerlo. Sabía que lo que tenía ante mis ojos era una especie de reliquia y aunque no recuerdo nada de mi vida pasada, tengo la certeza de que nunca antes me he topado con algo así.


El cuarto era oscuro y estaba pintado de verde, las paredes de ladrillo igual que las del cuarto del costado. También había otra puerta que daba hacia una especie de inbat, claro que este era antiquísimo, al parecer de siglos atrás igual que todo lo del lugar. Este hallazgo me puso particularmente contento ya que significa que hay un sistema que llega al exterior de este lugar. El inbat no funciona como era de esperarse pero aun así lo use, ya que estaba votando por la escotilla del otro cuarto todas mis heces. 


Hay miles de libros a mi alrededor. Todos tienen un olor muy particular que no dejó de aspirar. He cogido un libro que se llama Mil Novecientos Ochenta y Cinco, de Anthony Burguess. El libro consta de dos partes, una es la discusión acerca de la distopía de un tal Orwell y la segunda parte es una novela futurista ambientada en 1985, siete años después de su verdadera publicación. Es curioso, ya que para mi las dos fechas son un pasado muy lejano.


Pero fue entonces cuando  vino a mi mente la imagen de un numero: XXIV. Estoy seguro de que esta es mi era, tengo la certeza de estar en el siglo XXIV. Sin embargo no se que año es... 


Junto con el recuerdo del numero XXIV en mi cabeza vino a mi un rostro hermoso. Es una mujer de tez hermosa y cabello castaño, con una mirada perdida en el horizonte, como si esperara algo. No se quien sea pero he soñado con ella desde entonces.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Silencios Obligados

Ya puedo caminar, no puedo salir de aquí.
El cuarto en el que me encuentro es algo así como una antesala, un cuarto de espera. Es rectangular, de casi tres metros de ancho por diez de largo, o por lo menos eso es lo que he podido medir a partir de mi estatura. Es raro, recuerdo mi estatura... también recuerdo mi peso. 78 kilos y mido 1.80 m. Es curioso como actúa el cerebro, lo que menos necesito recordar ahora es lo primero que se me viene a la mente.


Ya puedo caminar, lo dije antes. El adormecimiento y la falta de sensibilidad se fueron de mis piernas poco a poco, aunque experimenté fuertes calambres en el proceso. Sobretodo cuando trataba de hacer algún esfuerzo.


No hay solo una puerta en la habitación como había pensado en un inicio, Hay una segunda puerta también atascada pero más fácil de abrir, es de madera. Este lugar debe ser muy antiguo, no tengo ningún recuerdo que identifique pero estoy seguro que las puertas de madera son algo que nunca he visto.


La puerta estaba oculta detrás de un archivador bastante pesado, igual de antiguo que la puerta. Esta noche o mañana trataré de abrir esa puerta. Calculo que puedo romperla o empezar a rasgarla con las manijas o los bordes de los cajones del archivador.

Pero ahora estoy muy cansado para tratar. Me he lastimado el hombro tratando de abrir la puerta de salida que está sellada por fuera.


He empezado a descoser las dos mochilas con una cuchilla pequeñísima que encontré en uno de los bolsillos. Quiero protegerme del frió. Por ahora he vendado todo mi cuerpo para poder tener algo más de calor y al atardecer uso uno de los cajones del archivador para tratar de tapar la pequeña escotilla que me da luz. Quedo varias horas en la oscuridad y el silencio hasta caer en un sueño obligado a causa de la inacción y el aburrimiento.
No se quien soy, ni que hago aquí.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Lentamente

No logro entender que me ha pasado. Poco a poco voy recobrando la movilidad de mi cuerpo. Las piernas aun las tengo adormecidas y no lo suficientemente fuertes para mantenerme en pie. Desperté tiritando de frío, la temperatura desciende muy fuerte durante la noche. No creí llegar al día de hoy.

Estoy en una habitación sin luces. Las conexiones son realmente antiguas. Sin embargo no puedo precisar la fecha ni el año en el que me encuentro. No recuerdo nada, ni mi nombre ni el porque estoy aquí. Por momentos me asalta el recuerdo de rostros, pero no se quienes son, no se si serán reales o solo mi imaginación.

Lo cierto es que alguien me ha dejado aquí intencionalmente. La mochila que encontré a mi costado esta llena de libros y libretas de apuntes. Tiene también un maletín médico con agujas, líquidos, y vendas.

Hay una puerta que esta trancada por fuera y no puedo abrir. Aun no tengo las fuerzas suficientes para emplear todo mi empeño en abrirla pero no creo poder hacerlo. Al costado de la puerta he encontrado otra mochila, mas grande que la mía, repleta de alimentos. Sobretodo barras de energía y una considerable cantidad de liquido. Alguien me ha dejado encerrado sin saber quien soy ni porque estoy aquí. Alguien que al parecer no quiere que muera o quiere que lo haga muy lentamente.

Solo quiero poder caminar para salir de este lugar.

martes, 13 de septiembre de 2011

Día Cero

He despertado al atardecer. Una pequeña escotilla me deja ver un tenue reflejo solar  entre las densas nubes. La escotilla esta sellada por barrotes gruesos y permite que el aire frió se cuele entre ellos. Fue el viento el que me despertó.

No se quien soy, ni que hago aquí, en un oscuro sótano de paredes de ladrillo antiquísimas. Deben ser del siglo XX. Mis piernas no me responden, tampoco el brazo izquierdo, en general el cuerpo entero, tan solo mi cabeza y la mano derecha en forma errática.

No recuerdo nada. He atinado a sacar un cuaderno de la mochila que tengo a mi costado. Solo distingo formulas, pequeñas notas, pero nada más. Tengo miedo. Me he puesto a escribir por impulso, para que sepan que estuve aquí, para tratar de recordar quien soy. ¿Porque me ha pasado esto?

Todo oscurece, ya casi no veo. El frío es intenso. No quiero morir. Ayúdenme.